LA PUBLICIDAD COMO VIOLENCIA DEL CAPITALISMO CONTRA LA DIGNIDAD.


En este anuncio de D&G, famoso por la polémica que suscitó, podemos ver un claro ejemplo de violación de la dignidad humana por parte de la publicidad, concretamente en este anuncio sexista se manifiesta claramente la violencia contra la dignidad de las mujeres.
     La publicidad se ha convertido en una forma de violencia simbólica del capitalismo contra la dignidad de las personas, además de en un instrumento de manipulación que deforma la realidad y crea ideales de vida vacíos. Estas afirmaciones y otras muchas podrían quizá ser ciertas. Por tanto, tendremos que realizar una serie de consideraciones críticas en torno a la publicidad. La conclusión final a la que llegaremos podría ser acaso preocupante: la efervescencia de la publicidad es un termómetro del declive de una civilización que se devora a sí misma en un acto final de materialismo consumista a escala global  y sin precedentes.

     LA INDIGNIDAD DE LA PUBLICIDAD.
     Para el filósofo alemán Kant el ser humano es una clase especial de ser que se caracteriza por ser un fin en sí mismo. Esto quiere decir que los seres humanos no deben utilizarse como medios o instrumentos para realizar algo o para conseguir un determinado objetivo. Los seres humanos no deben de utilizarse como objetos o cosas, pues cada ser humano tiene sus propias metas, proyectos y manera de ser feliz. Precisamente en este especial cuidado con el que se debe tratar a los seres humanos consiste la dignidad de las personas.
     Ahora bien, la publicidad sabemos que no se limita a informar acerca de las virtudes de los productos o servicios que vende, y sabemos que no trata de persuadirnos con hechos o razones sobre la idoneidad de adquirir cierto artículo de venta, y ni siquiera pretende mejorar nuestras condiciones de vida, por más que de ello   trate de convencernos, y desde luego tampoco realizan por lo general una labor social. Lo que la publicidad persigue con todas sus fuerzas es que el consumidor compre los productos que anuncia, independientemente de que sean de buena o mala calidad, de mucha o nula utilidad, o de que sean beneficiosos o perjudiciales para la salud o el medio ambiente.
     La publicidad es la punta del ariete con el que las empresas consiguen entrar en los hogares de millones de personas con el objetivo de ganar fama y dinero. Pero para lograr dicho objetivo, no es suficiente con engañar al consumidor acerca de las propiedades maravillosas de sus productos, sino que también es necesario tratar de modificar la conducta de los consumidores o clientes, e incluso influir en su modo de percibir y comprender la realidad. La publicidad de las grandes marcas modifica el modo de percibir el mundo y orienta la conducta humana hacia estilos de vida que resultan económicamente rentables para las multinacionales que promueven las campañas publicitarias a escala mundial.
     O dicho de otro modo: la publicidad trata a la persona como un medio y no como un fin en sí mismo. A través de un complejo y profundo proceso de manipulación permanente que nos convierte sutilmente en esclavos de toda una serie de necesidades creadas y maneras prefabricadas de vivir, la publicidad socava por completo la dignidad de las personas.

     LA CRÍTICA DE LA PUBLICIDAD.
     Hoy a nadie parece importarle demasiado que el derecho a recibir una información basada en la verdad brille por su ausencia en los medios de comunicación. Tal vez porque lo hemos asumido, nos entra la risa al escuchar que los medios de comunicación tienen la obligación de contribuir al bienestar social y la formación integral de las personas. Y sin embargo, aunque nos parezca un chiste, así debería ser.
     La publicidad, no obstante, ya hace tiempo que traspasó la línea roja de la responsabilidad ética y social, y se alejó tanto de este lugar, que actualmente se ha transformado en un inmoral mecanismo de manipulación que crea necesidades ficticias, que promueve el consumismo y el materialismo, que dicta modas e ideales de vida vacíos, que trata de modificar nuestra conducta alterando los estados emocionales y los anhelos humanos (con el único fin de vender sus productos), que atenta contra la salud de las personas y los ecosistemas (llenando nuestros hogares y el mundo entero de productos tóxicos y contaminantes), que invade la intimidad de las personas, que llena el mundo exterior de distracciones que impiden la concentración y la tranquilidad, que trata de robarnos nuestra interioridad (infiltrando en nuestra conciencia pensamientos ajenos), que nos enseña a juzgar a las personas por lo que tienen en vez de por lo que son, que transmite a las generaciones valores negativos como el egoísmo, la violencia, el sexismo, la mentira, etc., y, en fin, que no respeta la dignidad de las personas.

     LA PUBLICIDAD COMO ESPEJO DE LA DECADENCIA DE NUESTRA CIVILIZACIÓN.
    En definitiva, podemos concluir que la publicidad es una muestra más, quizá la más visible, de la depravación del capitalismo: la efervescencia de la publicidad es un termómetro del declive de una civilización que se devora a sí misma en un acto final de materialismo consumista a escala global  y sin precedentes.
     Detrás de la atractiva estética de la publicidad (con sus modelos, la música de actualidad, los decorados de película, los mensajes creativos, etc.), se esconden los intereses de las grandes empresas, que como es sabido forman parte de los grandes problemas que amenazan el futuro en este planeta. A la estética de la falsedad que es la publicidad, no le importa la salud física y mental de los individuos, la conservación del medio ambiente o la dignidad de las personas, porque las empresas que pagan la publicidad están absortas en su propia codicia y únicamente ven el mundo desde la perspectiva de los intereses económicos y los balances financieros. Estas empresas gastan millones y millones de dólares y euros en difundir sus spots publicitarios a través de los mass media (medios de comunicación de masas) para llenar el planeta de productos tóxicos y aparatos tecnológicos innecesarios, sin caer en la cuenta de que cada vez tenemos más cosas pero somos peores personas.


Eduardo Vicente Navarro

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Comentarios

  1. Reflexión necesaria especialmente en navidad, fiesta del consumo excesivo y el materialismo. ¿No sabes qué regalar, qué necesita, qué quiere..? Tal vez no necesite nada, o no le guste el regalo. No importa, la cuestión es que le has hecho un regalo, tu conciencia descansa tranquila, has quedado bien, pues la intención es lo que cuenta. Y es que las intenciones, sobre todo si son buenas, son peligrosísimas, pues eximen de reparar o modificar la conducta, pues se hizo con buena intención. Nada debo cambiar, pues nada malo quise hacer.

    ¿Y si no necesitas nada? Nada, digo, ahora no necesito nada, no me compres nada. Eso no puede ser, algo tendrá que ser. Quiero que regrese a España con un trabajo digno, poder pasear de la mano por la playa, darle los buenos días con un beso, y también las buenas noches, abrazarnos, hacer deporte juntos, comer en el mismo mantel. Eso no puede ser. ¿Tampoco? España y trabajo digno es un oxímoron, como el instante eterno o el hielo abrasador. Ah, cómo se me pudo olvidar, entonces no necesito nada. ¿Cómo puedes ser tan egoísta y dejarme a solas con la árdua tarea de elegir regalo? Bueno, pues cómprame un libro. ¿Cuál? Mundo consumo, de Zygmunt Bauman. Eso sí puede ser. Cómo se me pudo olvidar, que la sociedad de consumo prospera con la insatistacción, que una persona que no se aburre pronto de lo que tiene es un peligro para el ciclo económico de usar y tirar.

    Pero yo sí he vivido instantes eternos, y el hielo me ha abrasado, y me he sentido sola entre una multitud y acompañada en la soledad, y he escuchado palabras vacías y he comprendido con el silencio, y he conocido personas que aun viendo son ciegas, y personas ciegas que ven. ¿No es posible, pues, ver en la oscuridad? Sigo pidiéndome su regreso a España en unas condiciones dignas. Pero el libro tambié, ¿no? Sí, también. Genial, por cierto de qué va, de cómo nos hacen sentirnos insatisfechos para que nos cansemos pronto de lo que tenemos y compremos rápido algo nuevo que sustituya el anterior, pero que también nos dejará insatisfecho en poco tiempo, para que volvamos a comprar algo nuevo... Vale, vale, no sé para qué pregunto, si ya estaba yo satisfecho con saber qué comprarte.

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  2. Hola, gracias por paticipar. Es verdad, en nuestra sociedad actual se consume todo, todo es susceptible de ser consumido, y el sistema sabe muy bien como utilizar los sentimientos y los anhelos humanos para que consumamos. El libro que mencionas de Zygmunt Bauman es un buen análisis de este mundo contemporáneo tan consumista y al mismo tiempo enseña modelos de conducta alternativos.

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