MINDFULNESS Y NEUROCIENCIA: LOS BENEFICIOS DE LA MEDITACIÓN




Ventajas de la meditación / Mindfulness y neurociencia
Recuerda la fórmula "CAFESI" para memorizar los 6 beneficios de la meditación.

  En la actualidad existen diferentes investigaciones que han estudiado la práctica del mindfulness utilizando una metodología estrictamente científica. A continuación, basándonos en algunas de estas investigaciones, veremos varios de los beneficios derivados de la meditación. Concretamente, desde una perspectiva neurobiológica, se ha demostrado que el mindfulness contribuye a la mejora de los siguientes aspectos:
  1. El CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD o del mundo que nos rodea.
  2. El AUTOCONOCIMIENTO o conocimiento de nosotros mismos.
  3. La FELICIDAD o disposición afectiva positiva.
  4. La EMPATÍA, gracias a la cual podemos mejorar nuestras relaciones con los demás.
  5. La SALUD, pues fortalece nuestro sistema inmunológico.
  6. La INTEGRACIÓN de procesos cerebrales para alcanzar mejor coherencia funcional.
Primer beneficio: el conocimiento de la realidad.
Cuando a través de los órganos de los sentidos recibimos nueva y abundante información, toda ella cargada de pureza y rica en matices, estos novedosos datos viajan por los sistemas sensoriales hacia zonas cada vez más elevadas del sistema nervioso. A esta fase, los neurofisiólogos la llaman procesamiento de abajo arriba. Pero conforme esta riqueza informativa accede a niveles superiores de procesamiento, sistemáticamente irá perdiendo gran parte de su singularidad y frescura. Esto se debe a que enseguida entra en juego el llamado procesamiento de arriba abajo, un sistema muy potente de redes neuronales superiores, que someterá todo el flujo de la información a una serie de mecanismos automáticos de filtración y clasificación en categorías o moldes, de manera que gran parte del material entrante se perderá mientras que el resto quedará en buena medida deformado. Como señala Vicente Simón en Mindfulness y psicoterapia (Revista de Psicoterapia 30 / Vol. XVII - Nº 66/67): “Los procesos de arriba abajo son muy poderosos a la hora de esclavizar a la información viva que accede momento a momento, ya que como dice Siegel (2007), están respaldados por una conectividad neural muy potente –mucho más potente que la incertidumbre de vivir en el aquí y ahora–. La información del aquí y ahora (de abajo arriba) tiene, por tanto, muchas dificultades para hacer llegar a la conciencia su auténtico mensaje”.
Esta tendencia hacia la simplificación y modulación no sólo deformará terriblemente la novedad y riqueza de matices sensoriales o de sutiles percepciones del propio estado corporal, sino que también condicionará nuestras reacciones emocionales o la emisión de juicios y pensamientos. En cualquier caso, debemos de saber que nuestro cerebro nos engaña por una buena razón, pues pretende ante todo facilitar la operatividad en el mundo externo y asegurar la supervivencia del organismo.

categorias kantianas
El famoso filósofo alemán Kant ya hace más de 200 años que afirmó que el flujo caótico de datos procedentes de la realidad tenían que someterse a las formas a priori de la sensibilidad humana (el espacio y el tiempo) para constituirse como fenómenos de la experiencia; y además, para que luego pudiésemos seguir con el procesamiento de la información, debía someterse también a las categorías a priori del entendimiento (unidad, causalidad, pluralidad, limitación, etc.).


  De acuerdo, pero ¿qué tiene que ver el mindfulness con todo esto? La práctica de la meditación nos va a permitir conocer la realidad de una nueva manera (o si se quiere, conocer la realidad de nuevo). Cultivar nuestra mente para desarrollar una plena atención, nos permitirá degustar la información entrante, novedosa y fresca, de una manera especial y con mayor detalle. Y es que, al practicar mindfulness estamos dificultando el funcionamiento de los procesos arriba abajo, al tiempo que favorecemos la llegada de más riqueza informativa a las zonas prefrontales de nuestro cerebro. Así, la información entrante queda privilegiada en ese momento, al tiempo que se activa una parte del cortex prefrontal. Y si además somos capaces de observarnos a nosotros mismos (auto-observación), seremos conscientes de los procesos mentales que están en funcionamiento (metacognición) y podremos desconectar la automaticidad (SODA: Si Observas Desconectas Automaticidad). Desconectar la automaticidad significa que conscientemente no vamos a permitir, en la medida de lo posible, que los filtros y modulaciones de los procesos arriba abajo eliminen y deformen el flujo de información entrante.
En cierta manera, gracias al mindfulness aprendemos a conocer la realidad en un estado más puro. Si es verdad que, como dice el refrán, “todo depende del color del cristal con el que se mira”, también es verdad que, cuando meditamos, nos hacemos conscientes de la existencia de ese cristal y experimentamos una realidad más transparente. Cuando practicamos mindfulness experimentamos la realidad de cada momento con la curiosidad y la inocencia de un niño, apreciando mejor la belleza y la singularidad de cada efímero instante.

Segundo beneficio: el autoconocimiento.
La meditación no sólo nos permite conocer mejor la realidad, sino que también nos permite conocernos mejor a nosotros mismos y cultivar nuestra interioridad.
Cuando nacemos, en las primeras etapas de la vida, percibimos la realidad de manera muy diferente a como luego lo haremos. Y es que, conforme ingresamos en el mundo del lenguaje y de la socialización, la plasticidad neuronal de nuestro cerebro se va configurando de una determinada manera que condicionara nuestro modo de ver el mundo. Y al mismo, también vamos a ir generando progresivamente una imagen de nosotros mismos, una identidad que es como un conjunto de máscaras que utilizamos para interactuar con el mundo exterior. Estas envolturas que gravitan alrededor del núcleo de nuestra interioridad, forman capas que impiden que los demás conozcan cómo somos realmente, pero también nos ocultan a nosotros mismos quiénes somos. La esencia de nuestro yo, nuestro self nuclear, termina así sepultado bajo sucesivas envolturas que dificultan la comunicación con la parte más original de nuestro universo interior. Ocurre, pues, que olvidamos lo que nosotros mismos somos y nos cuesta mirar en la parte más íntima de nuestra interioridad, en nuestra última soledad.


     Estas capas o envolturas se han ido formando desde el momento en el que hemos pasado a formar parte de una familia, que nos introduce en el mundo del lenguaje, y que a su vez forma parte de un entramado social. Y es dentro de este contexto donde experimentamos vivencias, desarrollamos complejos o fobias, recibimos una determinada educación, aceptamos el repertorio de valores y creencias propios de nuestra época y cultura,  y nos vemos constreñidos por las exigencias de la civilización. Además, según Heidegger, corremos el peligro de desarrollar una existencia inauténtica propia de el mundo del “se dice” (nos limitamos a decir lo que se dice, a creer lo que se cree, a repetir el eco del mundo exterior, sin tener una auténtica voz propia). Pero entonces... ¿Quién soy yo? ¿Lo que mi familia dice que soy? ¿Lo que los otros dicen de mí? ¿Lo que aparento ser? ¿Los modelos sociales que imito? Según el filósofo francés Jean Paul Sartre nuestra conciencia no tiene esencia que defina lo que somos, somos un proyecto que se construye de acuerdo con lo que hacemos y elegimos. “Cada hombre -dice Sartre- es lo que hace con lo que hicieron de él” (somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros). Esto frase significa que, a pesar de las influencias en la infancia, de la educación recibida, o de las huellas de las experiencias vividas, etc., llegado un momento, nosotros tomamos las riendas de nuestra existencia y elegimos lo que queremos ser.

Sea como fuere, exista o no una esencia de nuestro yo, lo que sí que podemos afirmar es que la práctica del mindfulness tiene una influencia real en nuestra interioridad, y ello en varios sentidos. Por ejemplo, nos permite, a través de la metacognición (auto-observación), conocer mejor los procesos que operan en nuestra mente. También nos permite cambiar la naturaleza electroquímica de nuestro cerebro, pues es capaz de variar las ondas cerebrales (cuando meditamos podemos pasar de un estado de estrés propio de las ondas beta de alta frecuencia, a un estado de ondas alfa y zeta). Todo ello, desde luego, tiene repercusiones positivas para nuestra salud. Además, la práctica de la meditación es capaz de modificar de manera permanente la estructura cerebral.

Tercer beneficio: la felicidad.
La felicidad, decía Aristóteles, es el bien supremo y el fin último de la vida. Ahora bien, tratar de definir qué es la felicidad y cuál es el buen estilo de vida que nos puede conducir hacia la felicidad, estas cuestiones no las podemos desarrollar en este momento. A lo largo del decurso de los siglos se han escrito miles de libros al respecto, y al tratarse de un problema existencial, no es posible cancelar el problema de una vez para siempre.
Nuestro objetivo es, pues, más humilde y limitado. Lo que con el respaldo de la investigación científica podemos afirmar es que la meditación ciertamente resulta ser un instrumento muy útil para mejorar la economía de nuestra felicidad. Ello lo podemos afirmar debido a que la práctica del mindfulness es capaz de producir cambios en la actividad de nuestro cerebro que están relacionados con la disposición afectiva positiva, lo cual, desde luego, favorece las condiciones de posibilidad de la felicidad.
La práctica del mindfulness, en efecto, tiene efectos directos sobre la actividad cerebral relacionada con el estado de ánimo y la disposición afectiva, contribuyendo al restablecimiento del equilibrio emocional y favoreciendo la generación de estados de ánimo positivos. Esto es muy útil, por cierto, en la práctica clínica a la hora de tratar con pacientes que sufren trastornos de ansiedad o cuadros depresivos. Pero no sólo el éxito terapéutico del mindfulness constituye una prueba de lo dicho, sino que también se han realizado experimentos en los que se comparaba la actividad cerebral de los meditadores y el grupo de control (los que no meditaban), siendo los resultados los ya adelantados, a saber: los meditadores experimentan una mayor activación de ciertas partes de la zona cerebral izquierda (asociada a la disposición afectiva positiva). La meditación produce una desviación de la asimetría cerebral hacia la izquierda, lo que supone la generación de emociones positivas y la supresión voluntaria de estados afectivos negativos.


Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio,
pues la vida no es un juego
ARISTÓTELES


Cuarto beneficio: la empatía.
El interés de la neurociencia por la empatía se ha focalizado sobre todo a raíz del descubrimiento en 1996 de las llamadas neuronas en espejo. Este tipo de neuronas se activan no únicamente cuando nosotros ejecutamos una acción, sino también cuando observamos cómo los demás realizan acciones. Gracias a las neuronas en espejo podemos también inferir las intenciones de los demás e interpretar sus estados mentales. Por lo tanto, podemos afirmar que, las neuronas en espejo son, en buena medida, el fundamento biológico de la empatía, esa capacidad de sentir como propios los estados emocionales de los demás. Gracias a las neuronas en espejo podemos ser compasivos con los demás, podemos entender la mente de los otros y podemos también imitar mejor sus acciones. Como podemos imaginar, el desarrollo de estas redes de neuronas en espejo debe de haber jugado un papel fundamental en la adaptación de la especie.
Al parecer, los seres humanos entendemos las acciones de los otros a través de nuestro propio sistema motor, utilizando las mismas neuronas que se activarían en caso de que nosotros realizásemos la misma acción observada. Como dice Daniel J. Siegel: “el cerebro está estructurado con una capacidad innata para trascender las fronteras de la piel de su propio cuerpo e integrarse con el mundo, especialmente con el mundo de los otros cerebros” (“Toward an interpersonal neurobiology of the developing mind: attachment relationships, ‘mindsight’, and neural integration”. Infant Mental Health Journal, 22 (1-2): 67-94).
Pues bien, la práctica del mindfulness fomenta de manera directa la empatía, ya que de hecho, la propia actitud del mindfulness requiere de una atención de carácter afectivo, además de existir meditaciones específicas centradas en la compasión y el amor altruista (en definitiva, en la empatía). Cuando practicamos mindfulness se refuerzan y actualizan las redes de neuronas en espejo. En experimentos con meditadores experimentados que reciben la instrucción de generar compasión, se producen alteraciones electroencefalográficas que difieren de las del grupo de control. Parece claro que la práctica del mindfulness es una herramienta útil para entrenar los procesos atencionales y afectivos. Esto puede resultar beneficioso a la hora de abordar tratamientos terapéuticos que vayan dirigidos, por poner un ejemplo, hacia el tratamiento  de los sentimientos autodestructivos.



¡GENERA EMPATÍA Y COMPASIÓN!
La meditación Tonglen es una práctica tibetana que consiste en recibir el sufrimiento de una o varias personas, para luego enviar de vuelta amor y compasión. Una variación posible consiste en asumir nuestro propio sufrimiento y enviarnos a nosotros mismos amor y compasión. ¿Te apetece practicar este tipo de meditación? ¡Adelante!


Quinto beneficio: la salud.
Como vimos, la asimetría cerebral desviada hacia la derecha indica una predisposición hacia el ánimo depresivo y la generación de emociones negativas. Pero lo que lo que hasta el momento no habíamos nombrado es que existe una relación entre el perfil de asimetría prefrontal y los parámetros de inmunidad (véase Kang y cols., 1991). Las personas con una activación frontal derecha más pronunciada tienen niveles más bajos de actividad de sus células NK (natural killers). Existe, pues, una relación entre un patrón determinado de actividad cerebral y una respuesta inmunitaria concreta.
Otros estudios algo más recientes (véase Davidson y cols., 1999) obtuvieron resultados similares. Eso sí, merece la pena destacar que, en los experimentos de Davidson y sus colaboradores, se midió la actividad cerebral de los sujetos también durante el periodo de exámenes finales, demostrándose que los individuos con mayor activación del lado izquierdo del cerebro mostraban un aumento de la respuesta de las células NK (células asesinas naturales).
Por lo tanto, podemos afirmar que la práctica de la meditación, al favorecer la asimetría cerebral desviada a la izquierda, favorece al mismo tiempo positivamente los parámetros inmunológicos. Existen mecanismos psiconeuroinmunitarios mediante los cuales el mindfulness tiene efectos favorables sobre nuestra salud. Por lo demás, cabe destacar que estas investigaciones tienen una especial importancia para abrir nuevas vías terapéuticas en enfermedades relacionadas con la inmunidad (infecciones, enfermedades autoinmunes, procesos tumorales, etc.).

Sexto beneficio: la integración.


 Por integración vamos a entender la acción de integrar los procesos cerebrales para que las distintas partes del cerebro funcionen como una unidad y logren , así, una mayor coherencia y efectividad.
La parte del cerebro que se encarga de realizar esta integración se localiza en la corteza prefrontal. En efecto, la corteza prefrontal, muy desarrollada en nuestra especie, se encarga de realizar funciones relacionadas con la integración de información procedente de otras zonas con el fin de generar representaciones cargadas de sentido. No es esta la única función que la corteza prefrontal realiza. También está relacionada con otras funciones importantes como: el autoconocimiento y la comprensión de la mente de los demás, la capacidad de concentración o atención, la gestión de la impulsividad, el control de ciertas conductas, las reacciones creativas frente a estímulos novedosos, etc. En el libro The Mindful Brain, Daniel J. Siegel enumera otras tantas funciones de la corteza prefrontal: regulación corporal, comunicación sincrónica con otras mentes, equilibrio emocional, flexibilidad de respuesta, autoconocimiento, modulación del miedo, intuición, y empatía.

Pues bien, en todas las investigaciones con neuroimagen que han estudiado la actividad cerebral de la meditación, la corteza prefrontal ha destacado por su participación. Por tanto, podemos concluir que la práctica del mindfulness favorece la activación de ciertas regiones cerebrales encargadas de los procesos integradores más propiamente humanos, es decir, que favorece la integración de todos los sistemas neurales para que el sistema nervioso en su conjunto funcione con mayor coherencia. Pero la meditación, si es habitual, no sólo activa momentáneamente partes cruciales del cerebro, sino que es capaz de producir cambios morfológicos permanentes en la corteza cerebral y, por consiguiente, provocar cambios efectivos en la conducta del sujeto, e incluso en los rasgos de su personalidad.

Eduardo Vicente Navarro

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