LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Monet, Sunrise.


     La llamada Inteligencia Emocional se ha convertido, en los últimos tiempos, en el tema estrella de la psicología. En las conversaciones de la vida cotidiana, en los programas de televisión o en las ondas radiofónicas, en las conferencias, en el ámbito laboral, en los centros educativos, etc., es habitual escuchar estas dos palabras mágicas en principio enfrentadas: "inteligencia" y "emocional". Pero, ¿qué es la inteligencia emocional?

     Actualmente existe --como digo-- toda una proliferación de libros, conferencias y artículos que versan sobre este asunto y otros similares. Pensemos, por ejemplo, en el best seller de Daniel Goleman, La inteligencia emocional; o también en otros más cercanos, como el libro de Elsa Punset, Brújula para navegantes emocionales; o en clásicos como El arte de amar de Erich Fromm; o pensemos en las contribuciones de tantos y tan diversos divulgadores e investigadores, como Howard Gardner y sus inteligencias múltiples... La inteligencia emocional está de moda, y sin embargo, es un tema muy antiguo del que ya hablaron los clásicos. Quizá uno de los referentes más destacado sea Aristóteles y su teoría del término medio, ese punto medio o justo que tanto tiene que ver con la prudencia y el autocontrol, y que tan beneficioso resulta en nuestras relaciones interpersonales. En este sentido, no es de extrañar que el propio Goleman cite a Aristóteles en más de una ocasión, por ejemplo hacia el comienzo de su libro: "Cualquiera puede enfadarse --dice Aristóteles--, eso es muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado adecuado, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, ya no resulta tan sencillo".
     En esta cita, de manera magistral --como suele suceder con Aristóteles--, se resume la esencia de lo que es la inteligencia emocional. Tomando la emoción básica que es el enfado (el enojo, la ira o como se quiera llamar), Aristóteles nos muestra las pautas para administrar o gestionar adecuadamente dicha emoción. No otra cosa es la inteligencia emocional, a saber, la capacidad o habilidad para gestionar adecuadamente nuestras propias emociones y las de los demás. Diremos que una persona tiene inteligencia emocional cuando es consciente de sus emociones y sabe controlarlas adecuadamente, y no sólo controlarlas sino también utilizarlas como elementos motivadores para avanzar en la vida; pero no únicamente en lo referente a sí mismo, sino también en su relación con los demás, es decir, que también tendrá que desarrollar la habilidad de comprender las emociones ajenas (empatía) y la habilidad social para saber manejar los estados emocionales de los otros.
     Como podemos suponer, tener inteligencia emocional es el factor clave que puede marcar la diferencia en nuestras vidas. Pero por desgracia, no existe todavía una verdadera educación en inteligencia emocional, ni en la conciencia de las familias ni en los centros educativos. No obstante, esta tendencia parece estar cambiando, y en parte ello se debe al enorme enriquecimiento que las investigaciones científicas le están dando a la inteligencia emocional. Viejas vestiduras se están revistiendo de nuevos conocimientos científicos que se encaminan hacia la elaboración de una arquitectura o mapa del cerebro emocional. ¿Qué zonas del cerebro se iluminan cuando estamos emocionados? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando se produce un secuestro emocional? ¿Cómo se relacionan el neocórtex (cerebro racional) y el sistema límbico (cerebro emocional)? Estas son algunas de las cuestiones que la neurociencia intenta resolver de manera cada vez más precisa. De lo que no cabe duda es de que una buena inteligencia emocional requiere de una buena comunicación entre nuestro cerebro emocional y nuestro cerebro racional (y recordemos que la plasticidad neuronal nos permite, practicando y adquiriendo nuevas habilidades, modificar en buena medida las redes neuronales que son la base de nuestra conducta).
     Pero la enseñanza quizá más importante que han aportado todos estos estudios, y también las reflexiones de muchos pensadores en el curso de la historia, consiste en el reconocimiento de la importancia que tienen las emociones en nuestras vidas. En efecto, las emociones no son factores negativos y problemáticos que hay que erradicar, como si pudiésemos arrancar de raíz las pasiones de nuestra alma. Este sería un enfoque equivocado, ya que las emociones no se pueden eliminar, pues son como la energía que nos mueve o motiva hacia un determinado tipo de acción o decisión. Además, las emociones tienen un valor de supervivencia evolutivo, de tal suerte que se han forjado a lo largo de la profundidad del tiempo para adaptarnos al entorno y sobrevivir. Todas las emociones, el miedo, la tristeza, el asco, la sorpresa, la ira, etc., juegan, pues, una función importante en la economía de la especie. Por consiguiente, resulta absurdo el pretender borrarlas o reprimirlas excesivamente; lo que debemos hacer es educarlas para que se manifiesten de manera equilibrada.
     Respecto a las ventajas de poseer una buena inteligencia emocional, sin lugar a dudas son enormes. Un buen "coeficiente" de inteligencia emocional arrastra toda una constelación de beneficios que contribuyen a mejorar nuestra salud y nuestra felicidad. De hecho, en contra de lo que se pensaba, no es tan importante el llamado "coeficiente intelectual" como se había supuesto en el pasado, entre otras cosas porque involucra una concepción de la inteligencia demasiado pobre. Por muy alto que sea el coeficiente intelectual de una persona, si no posee inteligencia emocional, fracasará en su vida. Constantemente vemos como personas con coeficientes intelectuales normales, pero que además poseen una elevada inteligencia emocional, triunfan en la vida. En definitiva, la inteligencia emocional nos ayuda a alcanzar el éxito social y laboral, a cuidar las relaciones que más nos importan, y a no descuidar las que no nos importan tanto, así como también nos ayuda a tener una mejor salud mental y también física, a prolongar nuestras vidas y tener menos exposición a enfermedades cardiovasculares, a no dejarnos arrastrar por el torrente de las emociones negativas que pueden amargarnos la vida, a empatizar con los demás y conocernos mejor a nosotros mismos para saber qué es lo que de verdad queremos, y, en fin, a ser felices y autorrealizarnos como personas.




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Eduardo Vicente Navarro










Comentarios

  1. Muy interesante. Espero el próximo pronto.

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    1. Gracias Laura :) La próxima entrada será sobre la mediación en conflictos...

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  2. Muy buena entrada, muy bien explicada y detallada.
    Te la copio para ponerla en mi blog para que el profesor me suba la nota sin hacer nada¡ xD

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