EVITAR LA CONTAMINACIÓN FÍSICA Y MENTAL

Harrison Ford en Blade Runner. La estética futurista de esta película, al igual que otras de su género, aboca a la humanidad a vivir en ciudades lúgubres que se caracterizan por una contaminación ambiental y mental sin precedentes. Los protagonistas suelen ser tipos duros con profundos y melancólicos problemas psicológicos.

   RESUMEN. La civilización tóxica en la que nos encontramos, patrocinada por las industrias farmacéuticas, cosméticas, automovilísticas, petroquímicas, etc., está contaminando nuestros hogares y el planeta en el que vivimos, nos envenena corporal y mentalmente, pues el único principio por el que se guía es el rendimiento económico, es decir, la codicia humana. Evitar la contaminación física y psíquica en la medida de lo posible, además de ser conscientes del problema, son algunas de las soluciones que aquí proponemos y vamos a tratar de apuntar.



     Sabemos que la psicología nos proporciona ciertas tecnologías del alma para mejorar nuestras capacidades mentales y sanar el sufrimiento psíquico, sufrimiento que produce en nosotros formas de conducta que nos pueden perjudicar. La práctica de la meditación, la adquisición de inteligencia emocional, el dominio de la mediación, la resolución de conflictos, o ciertas terapias específicas, etc., son instrumentos muy valiosos para mejorar nuestra salud mental y física. Sin embaro, hay algo más simple y fundamental que podemos hacer para mejorar las condiciones de nuestra existencia, a saber: evitar todo aquello que nos perjudica; protegernos de la contaminación física y mental que nos rodea.

CONTAMINACION FÍSICA

     Todo organismo viviente se ve naturalmente atraído hacia aquello que le beneficia y tiende a evitar aquello que le perjudica o le causa dolor. Ahora bien, en el caso de los seres humanos, sucede que hemos creado un entorno tan artificial y tan lleno de productos y sustancias sintéticas, hemos desplegado un materialismo tóxico tan amplio, que dificilmente somos ya capaces de discernir qué es lo que nos perjudica y qué es lo que resulta beneficioso para nuestra salud.

     El problema de fondo es que nuestros cuerpos biológicos no están adaptados a los artificiosos entornos industrializados y tecnológicos en los que hemos decidido absurdamente vivir, y esto tiene serias repercusiones para nuestra salud.

     La contaminación tóxica nos rodea por doquier, pero siempre tenemos un pequeño margen de maniobra para evitar una sobreexposición. Lo primero sería, pues, identificar cuáles son los tóxicos que más nos perjudican y dónde se encuentran. Por desgracia, esta no es una tarea sencilla, ya que las industrias del materialismo tóxico, a las que no les importa lo más mínimo nuestra salud, distribuyen a escala global sus productos.

     Vamos a tratar, no obstante, de dar algunos consejos y advertir acerca de algunos artículos que debemos evitar. Lo primero que recomendaría es, en la medida de lo posible, alejarse de las grandes ciudades, en las que la contaminación ambiental es más que evidente, sobre todo debido a los gases tóxicos que emanan de los tubos de escape de los miles y miles de coches que pululan constamente dando vueltas y más vueltas por toda la ciudad. Las investigaciones al respecto y el propio sentido común dejan claro que el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cáncer o, en fin, una disminución significativa de la esperanza de vida, así como de la calidad de la misma, es obvio. Sin embargo, ello no es algo que le quite el sueño a la poderosa industria del automóvil.

     Ahora bien, aunque nos alejemos de los densos núcleos urbanos (cuyos problemas van mucho más allá de la contaminación aludida), tampoco estamos a salvo de la civilización tóxica, porque en realidad el enemigo --como se suele decir y nunca mejor dicho-- lo tenemos en casa. La segunda recomendación, por tanto, es informarse y revisar todos los artículos de consumo doméstico que están envenenando nuestros hogares. Al respecto, la lista de productos a evitar y cambios a realizar puede parecer interminable. El tránsito hacia un entorno sano requiere de un gasto importante de tiempo y recursos. No es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana y precisa de cierta planificación.

     Podéis empezar, por ejemplo, por sustituir los envases de plástico por envases de cristal, ya que los plásticos al estar en contacto con los alimentos o las bebidas, y sobre todo si se calientan, producen migraciones de sustancias nocivas, como el BPA, que luego acabamos ingiriendo (¡adiós a los tuppers de plástico!). A continuación, por seguir en la cocina, podéis regalar a vuestros peores enemigos las sartenes y cazos con revestimiento de teflón, donde tan rica y felizmente cocinabais los alimentos; este tipo de sartenes y otras similares también desprenden sustancias perjudiciales para vuestra salud (sustancias químicas sintéticas como el PFOA); así que será mejor que busquéis alternativas más saludables, como las sartenes con revestimiento cerámico.

     Respecto a los alimentos en sí mismos, ni que decir que la fruta y la verdura hay que lavarla muy bien o pelarla, porque está llena --entre otras cosas-- de pesticidas de todo tipo, algunos de los cuales ya fueron prohibidos en otros países. Cabe añadir que enfermedades tan grabes como el Parkinson o el Alzheimer están  relacionadas con la exposición a los pesticidas. Absteneos también, en la medida de lo posible, de los productos precocinados y enlatados, que también tienen fama de ser nefastos ya sea por su contenido o por el envasado en el que se encuentran insertos. Si consumís habitualmente carne y pescado será mejor que os informéis acerca de qué tipo de productos estáis comprando. Si le quieres hacer un flaco favor a tu salud puedes comprar pescados como el panga o la perca, que incluso lo sirven en muchos colegios y guarderías, a pesar de que procede de una de las zonas más contaminadas del planeta y es ciertamente pésimo para la salud (pues contienen mercurio y pesticidas), motivo por el cual su venta y distribución ha sido prohibida en algunos países. No quisiera, en fin, aburrir con todos estos detalles, pues la lista de alimentos detestables es demasiado extensa, desde la leche (si es que se le puede llamar leche) que tomamos hasta la propia agua mineral plastificada que consumimos, todo y pasando por los huevos que compramos, que proceden de animales torturados que jamás han visto la luz del día y son alimentados a base de piensos-basura... Casi todo lo que comemos y bebemos, en fin, debería de observarse con lupa.

     Abandonar la cocina y dirigirse hacia el cuarto de baño no resulta más esperanzador, si bien generalmente es un lugar de la casa que asociamos con la higiene y la limpieza. Pero nada más alejado de la realidad; yo más bien diría que es una pequeña cámara de gas donde estamos siendo intoxicados gracias a la industria de los cosméticos. El champú, el jabón, la pasta de dientes, el maquillaje, la espuma de afeitar, los perfumes, el desodorante, etcétera, todos estos productos, por los que además pagamos, liberan muchas sustancias tóxicas que van a parar a nuestro torrente sanguíneo y que incluso pueden combinarse entre sí en el interior de nuestro cuerpo, como si fuéramos una enorme probeta de experimentación. Podéis buscar información sobre cuáles son los "ingredientes" más problemáticos, así como también qué tipo de desajustes pueden producir en nuestro organismo. Quizá os sorprenda la cantidad de extrañas y controvertidas sustancias con las que nos envenenan cotidianamente: los PEG,  los parabenos, el famoso sodium laureth sulfate, el aluminium chlorohydrate... 

     Respecto al resto de los lugares de la casa, sucede más o menos lo mismo: los productos de limpieza que utilizamos (¡auténticas bombas para nuestra salud y la del planeta!), el botiquín de los medicamentos (que nos curan a base de envenenarnos para luego volver a curarnos y envenenarnos de nuevo), los detergentes con los que lavamos la ropa, los colchones sintéticos y petroquímicos sobre los que descansamos, la ropa que utilizamos para salir a la calle y para dormir, las lacas o barnices de los muebles, la pintura de las paredes de la casa, y un largo etcétera.
     Una especial mención habría que reservar para los aparatos tecnológicos y la contaminación electromagnética, pero a estas alturas doy por supuesto que todo el mundo está al corriente de lo poco recomendable que resulta el dormir con el móvil debajo de la almohada, o el tener el router constantemente encendido y cerca de nosotros incluso mientras dormimos, o el pasarse las horas con el portátil sobre las piernas, etc.

CONTAMINACIÓN MENTAL

     La tercera recomendación, el tercer y último consejo de evitación, no tiene que ver con la contaminación físico-tóxica, sino con la contaminación mental. Ser conscientes de hasta qué punto la efervescente civilización psicotóxica en la que vivimos nos roba la interioridad y nos priva del silencio, de la calma, de la reflexión,  etc., darse cuenta de esto y actuar en consecuencia, es una de las empresas más importantes que podemos emprender en nuestra vida.

     Es un error identificar la contaminación simplemente con la polución, con la contaminación ambiental. Hay otros tipos de contaminación que pueden resultar incluso peores. Me refiero, por supuesto, a la contaminación psíquica a la que nos vemos expuestos en nuestra vida cotidiana. Vivimos en un mundo ruidoso y acelerado, en el que vamos saltando de actividad en actividad, en el que nos asaltan constantemente reclamos publicitarios, en el que nuestra atención se dispersa a cada punto con todo tipo de distracciones, con mensajes, correos electrónicos, llamadas, notificaciones, alarmas, fechas límite, etc. El hipercapitalismo y el materialismo consumista y psicotóxico nos roban a cada punto nuestra interioridad y nos atraen hacia la hueca superficialidad del exterior, donde ponen en juego todas sus artimañas con el fin de esclavizar y reducir nuestras vidas a sus intereses particulares.

     Nuestra mente se encuentra contaminada por pensamientos que no son nuestros, por slogans que circulan por el mundo exterior y nos dicen "¡compra, compra!", por necesidades creadas y urgencias compulsivas que nos dicen "¡rápido, rápido!", por pensamientos que son el eco ruidoso de un mundo exterior enloquecido y desalmado. Al final, pasamos los días de nuestra vida sin existir realmente, sin ser plenamente conscientes de los momentos de nuestra vida.
     Evitar dicha contaminación mental, para poder contemplar detrás de toda esa neblina los asuntos que verdaderamente son importantes en la vida, rescatar nuestra interioridad y la autonomía de nuestros pensamientos, retomar el contacto con la Naturaleza, alimentar nuestra mente con la calma, con los intervalos del silencio, con los sonidos naturales que nos conectan con nuestras raíces ancestrales, ser capaces de sentir los momentos que componen nuestra vida con plena conciencia, éstos son aspectos sin los cuales difícilmente podremos alcanzar el equilibrio y la felicidad en nuestras vidas.

Eduardo Vicente Navarro
http://somospsicologia.blogspot.com

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