EL MALESTAR EN LA CULTURA [SIGMUND FREUD]




     En esta entrada, vamos a disfrutar de uno de los más brillantes ensayos de Sigmund Freud, El malestar en la cultura (Das Unbehagen in der Kultur). Este es un ensayo, como es habitual en Freud, bien escrito (con razón fue propuesto en alguna ocasión para el premio Nobel de literatura), en el que, por lo demás, encontramos una gran cantidad de tesis e ideas sugerentes y geniales. Asimismo, este escrito constituye un ejemplo paradigmático de la aplicación del psicoanálisis a otros campos, como la antropología, la sociología, la historia, la religión o la filosofía. A través de una serie de razonamientos convincentes, pero con gran naturalidad, Freud analizará la naturaleza de la psiquis humana y la influencia que la cultura ejerce sobre ésta.
     Como tesis o idea fundamental, tal y como se adivina en el título, Freud defiende que la cultura, la convivencia en sociedad bajo unas normas, depara malestar en el individuo. La civilización se construye, asegura Freud, sobre la base de la represión de las pulsiones humanas, libidinosas y agresivas, lo cual nos hace infelices e incluso nos enferma. En la estructura de nuestra personalidad, la cultura introyecta la conciencia moral (Superyó), gracias a la cual el propio individuo, en un extraordinario ejercicio de autocoacción, sofoca sus impulsos sexuales y agresivos. Pero al mismo tiempo, ello socava la economía de la felicidad humana.
     Con toda certeza, en un hipotético estado primitivo de naturaleza, la felicidad humana sería mucho más plena. Pero si queremos vivir en sociedad, acaso éste sea el precio que debemos de pagar. A la cultura, no le queda otro remedio, para existir, que gastar todos sus recursos en la represión de los instintos humanos, pues la poderosa pulsión de muerte, Tánatos, a cada punto amenaza con disolver a la civilización en la barbarie y el caos. Gracias a la renuncia de nuestra felicidad (de la satisfacción de nuestros instintos), podemos disfrutar de una cierta seguridad, así como de los productos de la civilización, como el arte, la literatura, la ciencia o la poesía, etc., logros de la civilización que, precisamente, emanan de la sublimación (de la canalización de la energía) de las pulsiones que habitan en el Ello.
     En definitiva, a cambio de una porción de seguridad, que hace posible la convivencia entre humanos (a través de los lazos de Eros), el individuo reprime sus pulsiones, renunciando así a una porción importante de su felicidad. Y precisamente por ello, la cultura depara malestar. Pero no sólo malestar, nos advierte Freud: cuando las exigencias culturales y civilizatorias son excesivas, el individuo se torna neurótico. ¿Se ha convertido el hombre occidental en un individuo desdichados y neurótico?
     Esta tesis que hemos expuesto, ya de por sí atractiva, aún siendo la más importante que recorre el libro, sin embargo, no es la única idea que aparece. Todo el ensayo de Freud está repleto de joyas en las que merece la pena detenerse. A continuación, siguiendo el orden de los capítulos, vamos a tratar de comentar los aspectos que a nuestro juicio son más interesantes.

* * *

Capítulo I
1. El sentimiento oceánico. La religión ofrece a los creyentes una "sensación de eternidad" y una ausencia de límites. Sin embargo, el reconocido ateísmo de Freud le lleva a afirmar lo siguiente: "Yo no puedo descubrir en mí mismo ese sentimiento "oceánico"" (p. 30, El malestar en la cultura, Circulo de Lectores, Barcelona, 1999).
2. El yo se hunde en el inconsciente. Tendemos a pensar que nuestro propio yo es unitario y autónomo, pero esto es una ilusión; más bien "continúa hacia dentro, sin frontera tajante, en un ser anímico inconsciente".

3. Los límites del yo no son fijos. En numerosas patologías mentales las fronteras del yo se desdibujan y se entremezclan con el mundo externo. Y también al estar enamorados nuestro yo se disuelve en el ser amado. Los límites de nuestro yo no están claramente definidos. Cuando estamos enamorados, "el yo y el tú son uno", los límites entre el yo y el objeto amado se desvanecen, y somos capaces de hacer cualquier cosa por la persona amada. Es un estado similar a la enfermedad, pero sin llegar a ser considerado como una patología.
4. El origen del sentimiento yoico. Cuando venimos al mundo, al parecer estamos como fusionado en el mundo. Para el recién nacido no existe un yo por un lado y el mundo externo por el otro. Esta distinción se irá estableciendo progresivamente. Pero cuando el lactante anhela con excitación el pecho materno y éste no se le ofrece inmediatamente, viéndose el bebé obligado a llorar intensamente para demandarlo, entonces se establece una distinción entre el yo y un objeto que está "afuera".
5. Principio de placer y principio de realidad. El principio de placer, exige al individuo a buscar el placer y evitar el dolor. Pero el mundo externo, en múltiples formas, depara al individuo sufrimiento, ya sea porque no adquiere lo que desea o porque directamente nos produce dolor. Así, conforme el yo va madurando, se va conformando el principio de realidad, que pone límites a las exigencia de gratificación inmediata que exige el principio de placer, basándose en las circunstancias reales. "Así se aprende... a distinguir lo interno --lo perteneciente al yo-- y lo externo --lo que proviene del mundo exterior--" (ob. cit, p. 33).
6. Originalmente,  el yo lo contenía todo. "Originalmente el yo lo contiene todo, más tarde segrega de sí un mundo exterior. Por tanto, nuestro sentimiento yoico de hoy es sólo un comprimido resto de un sentimiento más abarcador --que lo abrazaba todo, en verdad--, que correspondía a una atadura más íntima del yo con el mundo circundante" (ob. cit, p. 33). Posiblemente de esta original fusión con el Todo, proceda ese sentimiento oceánico que las religiones despiertan en nosotros.
7. Nada se olvida en el alma. ¿Conservamos la memoria de esta unidad original con el Todo? "En el ámbito del alma es frecuente la conservación de lo primitivo junto a lo que ha nacido de él por transformación" (ob. cit, p. 34). Este es un supuesto importante para el psicoanálisis, el de la conservación en el interior de lo psíquico. En realidad muy pocas cosas se olvidan, siempre hay una huella que permanece en el inconsciente. "En la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una vez se formó... todo se conserva de algún modo y puede ser traído a la luz de nuevo en circunstancias apropiadas, por ejemplo en virtud de una regresión de suficiente alcance" (ob. cit, p. 35). Luego matiza Freud esta postura: "Quizás hemos ido demasiado lejos en este supuesto... Lo que sí tenemos derecho a sostener es que la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que no la rara excepción" (ob. cit, p. 38).
8.  El infantilismo de la religión. Las necesidades religiosas derivan del desvalimiento infantil y la añoranza del protección del padre.
9. Sentimiento yoico y origen de las religiones. Tal vez las fases tempranas del sentimiento yoico, cuando todavía no queda clara la distinción entre lo interno (el yo) y lo externo (el mundo), quizá ello sea el origen de las religiones.
10. La dimensión espiritual del ser humano. Las técnicas orientales, como la meditación o el yoga, en las que uno a través de la respiración y la concertación en las sensaciones corporales del aquí y el ahora, despertándose en nosotros sentimientos de integración con el todo y de universalidad, ¿podrían ser "regresiones a estados arcaicos, a muchos tiempos recubiertos por otros, de la vida anímica" (ob. cit, p. 39)?
     
Capítulo 2
1. Filosofía de la felicidad. En este capítulo, en el que se ve una clara influencia de filósofos como Aristóteles o Schopenhauer, Freud hablará de la felicidad y de los insuperables obstáculos que el ser humano encuentra para alcanzarla. Todos los seres humanos aspiran a alcanzar la felicidad, mantenerla y evitar el dolor. Pero la vida nos depara sufrimientos y desengaños, de manera que, para soportarla, "no podemos prescindir de calmantes" o "construcciones auxiliares": distracciones como la ciencia, satisfacciones sustitutivas como el arte, o sustancias embriagadoras (¿cocaína?). La religión, aún siendo tan infantil y alejada de la realidad, quizá también podría ser considerada un calmante para la vida.
2. La felicidad es irrealizable. Para Freud, el principio de placer determina la felicidad y gobierna el aparato anímico del ser humano. Pero el programa del principio de placer "entra en querella con el mundo entero... Es absolutamente irrealizable" (ob. cit., p. 44). Al parecer, la felicidad depende de "la satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas... y por su naturaleza sólo es posible como un fenómenos episódico... Ya nuestra constitución, pues, limita nuestras posibilidades de dicha. Mucho menos difícil es que lleguemos a experimentar desdicha" (ob. cit., p. 44).

3. Las tres fuentes del sufrimiento. El sufrimiento amenaza la felicidad humana desde tres lados: a) desde el propio cuerpo (por ejemplo, a través de la enfermedad o la decrepitud); b) desde el mundo externo (por ejemplo, con pandemias o catástrofes naturales); c) desde la sociedad (a través de las relaciones con los demás dentro del marco de las normas morales y leyes establecidas). Ante la potencia de estas tres fuentes de sufrimiento, es de esperar que el principio de placer tenga que tener su contrapartida en el principio de realidad, cuyos ideales son mucho más modestos (más realistas, dadas las circunstancias).
4. Mecanismos de defensa frente al sufrimiento. Frente a las poderosas fuentes del sufrimiento, históricamente el ser humano se ha refugiado en diferentes estilos de vida, de los cuales podemos destacar los siguientes: a) a soledad buscada como forma de alcanzar la tranquilidad y el sosiego; b) el cultivo del sentimiento de pertenencia a una comunidad; c) la intoxicación a través de sustancias que modifiquen las sensaciones; d) las técnicas orientales como el yoga o la meditación, en aras de suprimir al máximo las pulsiones; e) la sublimación o desplazamiento de las energías libidinales de las pulsiones hacia actividades intelectuales; f) el goce embriagador de la belleza y del arte; g) romper los vínculos de la realidad, a través del delirio o del aislamiento radical; h) refugiase en el amor de pareja y la sexualidad. Respecto a esta última, nos advierte Freud lo siguiente: "Nunca estamos menos protegidos contra las cuitas que cuando amamos; nunca más desdichados y desvalidos que cuando hemos perdido el objeto amando o su amor" (ob. cit., p. 52).
5. Tipos de constitución psíquica. Cada cual debe de aprender a ser feliz de acuerdo con sus circunstancias y predisposiciones naturales. La búsqueda de la felicidad y los mecanismos para evitar el dolor, son diferentes para cada persona, dependiendo del tipo de personalidad. Freud destaca tres tipos humanos: a) los predominantemente eróticos, que buscarán los vínculos sentimentales; b) los narcisistas que buscan la satisfacción en sus propios procesos anímicos internos; c) los que buscan la acción y probar sus fuerzas en el mundo externo. Por supuesto, luego estarán los puntos intermedios entre estos tres tipos.
6. La religión. De acuerdo con Freud se trataría de un sistema "de protección contra el sufrimiento por medio de una transformación delirante de la realidad efectiva. No podemos menos que caracterizar como unos tales delirios de masas las religiones de la humanidad. Quien comparte el deliro, naturalmente, nunca lo discierne como tal" (ob. cit., p. 51). Freud, además, influencia por Nietzsche, llega a decir lo siguiente: "Su técnica consiste en deprimir el valor de la vida y en desfigurar de manera delirante la imagen del mundo real, lo cual presupone el amedrentamiento de la inteligencia. A este precio, mediante la violenta fijación a un infantilismo psíquico y la inserción de un delirio de masas, la religión consigue ahorrar a mucho seres humano la neurosis individual ((ob. cit., p. 55).
7. Conclusión: la metáfora del comerciante. "El programa que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es irrealizable; empero... no es posible resignar los empeños por acercarse de algún modo a su cumplimiento. (...) Son muchos los caminos que pueden llevar a la felicidad tal como es asequible al hombre, pero ninguno que lo guíe con seguridad hasta ella. (...) Así como el comerciante precavido evita invertir todo su capital en un solo lugar, podría decirse que la sabiduría de la vida aconseja no esperar toda satisfacción de una aspiración única" (ob. cit., pp. 53-55).

Capitulo 3
1. La cultura depara malestar. Es este capítulo, aparece por vez primera la tesis principal del libro. De las tres fuentes de sufrimiento anteriormente mencionadas, Freud se centra en el sufrimiento de origen social y asegura que: "gran parte de la culpa de nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura; seríamos mucho más felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos en condiciones primitivas" (ob. cit., p. 57). Esta afirmación, es sorprendente, porque precisamente hemos creado la cultura para protegernos del sufrimiento y en beneficio de todos. Por lo demás, cabe también tener clara la definición e cultura que propone Freud. La cultura nos distancia de nuestros antepasados naturales y sirve a dos fines: "la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre hombres" (ob. cit., p. 60). A lo que cabe añadir que: "reconocemos como culturales todas las actividades y valores que son útiles para el ser humano en tanto ponen la tierra a su servicio, lo protegen contra la violencia de las fuerzas naturales...las primeras arañas culturales fueron el uso de instrumentos, la domesticación del fuego, la construcción de viviendas" (ob. cit., p. 61).
2. La cultura nos torna neuróticos. La cultura tiene un escaso valor en la economía de la felicidad. Diversas son las causas por las cuales la cultura no contribuye lo suficiente en la consecución de la felicidad humana. La imposición de la cultura occidental sobre otras culturas, o la influencia del cristianismo en nuestra cultura, que desvaloriza la vida (como ya señalaba Nietzsche), o la decepción debido a las falsas promesas de felicidad que prometían los progresos científicos y tecnológicos, etc., son algunas razones. Pero para Freud, además,  resulta que las exigencias de los ideales culturales frustran al ser humano y lo tornan neurótico, y por eso señala que habría que rebajar e incluso eliminar muchas de las exigencias que la cultura nos plantea, para poder así recuperar las posibilidades de felicidad.
3. A pesar de los progresos, no somos más felices. El ser humano tenía grandes esperanzas depositadas en el dominio científico y tecnológico de la naturaleza, para ponerla a nuestro servicio y convertirnos en una especie de dioses. "Los hombres están orgullosos de estos logros, y tiene derecho a ello. Pero... sienten que no los han hecho más felices" (ob. cit., p. 58). Esto ocurre porque todos los procesos humanos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Así, gracias al teléfono puedo hablar a distancia con un hijo, o gracias a la medicina los recién nacidos apenas mueren. Pero, si no hubieran aviones y ferrocarriles, mi hijo no se habría marchado lejos y no tendría que llamarlo por teléfono, etc. Por lo demás, tampoco podemos saber si en otras épocas pasadas los seres humanos fueron más o menos felices a pesar de no disponer de nuestros avances.
4. El hombre como dios-prótesis.







Comentarios

  1. Comienza el capítulo reflexionando sobre la religión mediante las cartas enviadas con un amigo creyente. Freud ve la religión como una ilusión, algo irreal y que nunca podrá serlo, no obstante a su amigo, la religión le transmite una sensación subjetiva de eternidad oceánica, un sentimiento que Freud obviamente no comparte. Sin embargo, aunque Freud no crea tampoco niega la existencia de Dios, simplemente no comparte esos sentimientos oceánicos religiosos. Para él, la relación del hombre con el mundo exterior es mediante un sentimiento directo, pero primero se pregunta quién somos o creemos ser, si nos conocemos realmente antes de intentar entender el mundo exterior. Solo el psicoanálisis ha podido descubrir el inconsciente, una parte de nosotros mismos que no controlamos y no “conocemos”. Son esas acciones involuntarias que realizamos sin pensar, luego no nos conocemos completamente. En comparación hacia el mundo exterior, ese “yo” se mantiene claro y preciso excepto cuando se habla del amor que se difuminan estas cualidades ya que el yo y el enamorado “actúan como uno” ignorando el resto de la realidad, por lo que el autor considera al amor una enfermedad sin diagnosticar. Prosigue argumentando sobre la sexualidad, relacionando al infante que mama del pecho de la madre, el primer acto “sexual” del recién nacido que en poco tiempo se le quita sustituido por el biberón con otras fuentes de excitación más adultas, surgiendo la tendencia a disociar el yo cuanto pueda convertirse en fuente de displacer.
    A continuación, según Freud todo se conserva de alguna manera, los recuerdos, sentimientos, emociones… no quedan en el olvido, no pueden, ya que siempre se conservarán de alguna manera en nuestro pensamiento. Es aquí cuando compara la memoria con la ciudad de Roma, explicando su imposible reconstrucción por todos los imperios a los que ha sobrevivido y diferenciando con la mente, que si que tiene la capacidad de “reconstruir” los pensamientos.
    Para finalizar, Freud concluye con que los métodos más recomendados para apartarse del mundo exterior son las prácticas del yoga, ya que se centra exclusivamente en las funciones corporales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé por qué no me deja introducir un comentario así que lo escribo como una respuesta.
      Sinceramente no sé si he llegado a comprender completamente este primer capítulo, pero el resumen que has hecho, así como la compleja síntesis que ha realizado Paula, me han ayudado a lograr comprenderlo un poco más. Respecto a mi opinión, estoy muy de acuerdo con el resumen de Paula, no creo que lo pueda explicar mejor, pero como ya hemos estudiado a Freud, creo que esto también nos ha podido ayudar con este tema ya que sabemos la critica que realiza y lo que él considera real o no. Así pues, en este primer capítulo Podemos observar como afirma que la religión no es más que una mera ilusión, opinión que no comparte su amigo, el cual dice que el único sentimiento que nos permite considerarnos religiosos el sentimiento "oceánico", es decir, la sensación de eternidad. Pero Freud, como bien sabemos, no la comparte tampoco, aunque no la niega, puesto que apoya el ateísmos y no cree en Dios, pero lo intenta explicar. Para ello recurre al "yo", el cual es una parte del "ello" en contacto con la realidad y que satisface sus necesidades. Freud dice que el pensamiento primario de que el yo es independiente y unitario es una ilusión pero que éste es una fachada. Además parece que este "yo" al estar en contacto con el exterior tiene sus límites pero éstos desaparecen en el instante en que el "yo" padece de alguna patología (el amor en este caso). Aparece también el sentimiento yoico, el cual lo relaciona con la pérdida de inocencia del niño. Ese sentimiento ha ido evolucionando desde el bebé hasta el adulto, siendo así que cuando nacemos no somos distinguidos del mundo exterior pero cuando se nos presenta (el seno) ya empieza esta distinción y aparece el principio de realidad que sustituye al principio de placer.
      Para finalizer, Freud nos habla de que todo lo presente a lo largo de la vida psíquica se conserva, nada puede desaparecer lo que está en lo psíquico y por ello, esto conservado puede resurgir en algún momento de nuestras vidas. Esto nos los resenta con la hipótesis de la cuidad eterna (Roma).
      Espero haber podido participar adecuadamente.

      Eliminar
  2. :) Buena síntesis Paula. Una precisión, comentas que Freud no niega la existencia de Dios, en realidad sí. Por lo demás, me alegro de que estéis comprendido el texto. ¿Os queda clara la diferencia del principio de placer y el principio de realidad?
    Todofilosofian, también haces una buena síntesis, gracias por participar :)

    ResponderEliminar
  3. En el segundo capítulo, como bien explicas, trata sobre la felicidad individual. Habla primero sobre el sentimiento religioso, una comunidad que miles (e incluso millones) de personas intentan defenderlo, aunque se base en acciones “infelices” (reprimir el deseo sexual, realizar ayunos, no comer determinados alimentos…). Entonces ¿porqué los religiosos aún creen? Utilizan la religión como vía de escape a la realidad, para evitar ese sufrimiento causado por la vida y para encontrar respuesta a que hay más allá de nuestra existencia (aunque personalmente, para “escapar de la realidad” prefiero sumergirme en un buen libro que rezar a un dios para mí inexistente).
    Generalmente, todos los individuos buscamos la felicidad (recordemos que surge de la satisfacción), que puede tener un fin positivo -evitar el dolor y el displacer- y otro negativo -experimenta sensaciones placenteras-. Sin embargo, para alcanzarla, hay que evitar el sufrimiento que nos rodea especialmente por tres lados: el del propio cuerpo, el mundo exterior (que en ocasiones nos priva de las sensaciones placenteras) y el de las relaciones con otros seres humanos (el más fuerte). Al vivir en un constante sufrimiento, el individuo se cree feliz solo por haber escapado de él. Para protegernos, Freud propone métodos como el aislamiento voluntario, unirse a alguna comunidad (¿la religión es una comunidad para Freud?), el uso de drogas y similares… Sin embargo me doy cuenta que todos estos métodos son actividades relajantes. Si que es cierto que Freud asegura que cada uno debemos encontrar nuestro propio camino para la felicidad, pero tampoco propone actividades como el ejercicio físico a parte del yoga, o el refugio en la familia (quizá sea porque no tenía buena relación con ellos), cosa que me llama bastante la atención.
    Siguiendo estos mecanismos, el sufrimiento no se elimina pero sí que se deja de lado durante un tiempo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad Freud no propone ninguno de estos estilos de vida, y desde luego no recomienda la religión, a la que considera un delirio infantil que menoscaba la inteligencia. Todos son bálsamos frente al sufrimiento, pero la felicidad es imposible de alcanzar. Sí que recomienda no enfocar toda nuestra energía en un mismo estilo de vida, sino que es preferible invertir en varios. Respecto a sus prioridades personales, para Freud la mejor combinación era "amar y trabajar". Gracias por tu comentario Paula, espero que os esté gustando el libro :)

      Eliminar
  4. Me encantó el post.
    Todo lo que sea psicología lo amo, especialmente a Freud, tan corroborado, pero aún tan vigente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario